26 febrero 2005

Qué decir...

... cuando no se tienen ganas de decir nada.
Lo mejor es callar pero no siempre es posible, so pena de quedar como un antisocial gruñón y antipático.
Creo que fueron los ingleses los que inventaron eso tan socorrido de hablar del tiempo. Es más, esa clásica imagen del inglés portando un paraguas es una manera de invitar a sacar el tema y dejar para otro momento cosas mas sustanciosas, como "a ver si nos devolvéis el Peñón de una buena vez, o llevaos vuestros submarinos nucleares a Bristol que también tiene mar".
Y no es que tenga nada contra los ingleses, no. Además, no quería hablar de ellos. Me pasa como casi siempre que empuño el teclado con rabia y quisiera decir una montaña de cosas que no son para decir aquí pero que no quiero que se me olviden. Quiero, cada vez que lea este post, recordarlas y recordar también porqué las silencié.
No decir nada o escribir sobre banalidades casi incomprensibles, no significa necesariamente que no se tengan argumentos ni que las palabras justas no se te atropellen en la garganta pugnando por salir y volar a los cuatro vientos.
Pero, como decía mi admirado S. J. Lec, "Alguna vez hay que dejar de escribir: incluso antes de empezar".
Y también:
"Ecce homo! Homini lupus est"

21 febrero 2005

Marco Aurelio

"Del mismo modo que los médicos siempre tienen a mano los instrumentos de hierro para las curas de urgencia, conserva tú a punto los principios fundamentales para conocer las cosas divinas y las humanas, y así llevarlo a cabo todo, incluso lo más insignificante, recordando la trabazón íntima y mutua de unas cosas con otras. Pues no llevarás a feliz término ninguna cosa humana sin relacionarla al mismo tiempo con las divinas, ni tampoco al revés".
*
Siempre hay que recurrir a los clásicos cuando algo nos quema el entendimiento y nos perdemos en un mar de inquietudes. Con demasiada frecuencia tendemos a olvidar que compartimos la vida con otros seres y que no podemos desgajarnos de ellos. Nadie tiene una vida por completo individual, nadie es libre del todo porque existe un mundo alrededor con el que estamos atados de forma indisoluble.
Todos nuestros actos repercuten en alguien o en algo. Si quiero cazar una mariposa debo saber que si toco sus alas, el polvillo luminoso que las recubre se quedará en mis dedos y que es justamente ese recubrimiento lo que la permite volar. Ya no puedo soltarla porque morirá. Me queda la opción de matarla para no alargar su sufrimiento. Solo resta saber si era imperativo cazar esa mariposa y si el bien común lo justificaba. Porque si es un acto gratuito, he causado un sufrimiento innecesario y por eso no tengo perdón.
*
Me es difícil explicar porqué he escrito este post, así que no lo haré, pero si os diré que no he sido yo quien ha cazado la mariposa. Y tampoco era una mariposa.

19 febrero 2005

Música que me contaban

Contaban, no cantaban. Me explico mejor.
Erase una vez una niña pequeña que tenía dos abuelas, que es el cupo de abuelas legales que se permite en nuestra sociedad. Una de ellas era de esas abuelas que están convencidas de que los niños son personas en desarrollo y no incordios que los hijos traen a casa solo para que rompan cosas y pinten en las paredes.
Esa abuela y esa niña hablaban mucho. La niña quería saber todo de todo y la abuela contestaba sin cansarse. Y un día la niña le pidió a la abuela un cuento y la abuela dijo sí y puso un disco. Y mientras la música de Serguei Prokofiev iba y venía por la habitación, la abuela relató a la niña el cuento de Pedro y el Lobo. Hay que decir que a la niña se le saltaron las lágrimas por el pobre lobo (siempre le gustaron los animales) y que desde entonces quería siempre los cuentos con música.
El tiempo pasó y la abuela le fue contando a la niña cosas más serias con música de fondo. Si era Chopin, era Polonia y sus desgracias, su amor por George Sand, Mallorca, la enfermedad; si Beethoven, su sordera, su soledad, su mal genio; si Mozart, su precocidad, su imparable componer, su muerte temprana. Luego llegó la ópera, y más y más formas musicales.
Y así, hablando y escuchando, la música se instaló de forma indeleble en la niña.
La niña ha crecido, ¡qué remedio..! La abuela ya no está físicamente, pero hay una escalera de arpegios y palabras por la que se puede subir a conversar con ella siempre que la música llena el aire y el corazón.

18 febrero 2005

Lo prometido...

... es deuda. Así que allá va.
Conseguí dormir como lo consigue todo el mundo en circunstancias extremas. Tomé una linda pastillita, blanca, redonda, de mínima dosis. Suficiente para bajar los párpados y que se pegaran uno al otro. No es muy original pero funcionó. Ahora bien, solo hay que recurrir a eso en casos de excepción.
Más aconsejable es adoptar buenos hábitos que nos permitan relajar la mente ANTES de meterse en la cama. No ver programas de TV o películas de mucha acción, no leer libros de terror físico o psíquico, no estar trabajando, lleno de nervios, hasta el último minuto, no cenar pesado ni media hora antes de acostarse, etc. No digo nada del café porque yo no me duermo sin él :)) No obstante café y té no ayudan a dormir a la mayoría de las personas.
Una práctica que funciona bastante bien es relajar los músculos de la cara. Cuando sonreímos ponemos en marcha unos doscientos músculos aproximadamente. Ya os podéis imaginar la tensión que se acumula en el rostro cuando los nervios nos atenazan. Fruncimos el entrecejo, apretamos las mandíbulas, los pómulos sobresalen y el cuero cabelludo se tensa hasta lograr que nos duela cada folículo de cada cabello. ¿A que sí? Bien, pues hay que hacer lo contrario. Soltar mandíbula, desarrugar cejas y poner cara de estar en la luna de puro relajado. Garantizo sueño reparador a condición de que se haga bien. En caso contrario os devolveré el dinero de la consulta.
De qué hacer con las camas que nos odian, hablaremos en una próxima entrega.
Hasta mañana y felices sueños..!

17 febrero 2005

Un largo día

Si ahora mismo dijera que estoy cansada (que lo digo), sería no decir nada. No es que esté cansada. SOY el cansancio mismo, en toda su magnitud. Vale, vale, ya sé que exagero pero no creáis que tanto.
No quisiera otro día como el de hoy al menos hasta la semana próxima porque ya sé que más no puedo pedir. Y no os voy a aburrir contando aquí el porqué de tanto agotamiento. No es especialmente interesante ni agradable. Mejor os cuento cómo conseguir sacudirse ese peso que se queda en la espalda como si fueras el mismísimo Atlas sosteniendo el mundo.
Nada muy especial. Si logra uno llegar hasta el cuarto de baño y acierta a deshacer botones y cremalleras, es imperativo darse una buena ducha de agua tibia. Si no se logra quitarse la ropa, mejor dejar el remojo para más tarde.
En el primer caso, secarse, ponerse directamente el pijama y a la cama de cabeza. En el segundo, tirarse sobre el primer mueble adecuado que se encuentre y poner los pies en alto. A los cinco minutos estará uno dormido como un leño.
Si, a pesar de todo, uno cree que tiene fuerzas para encender el ordenador y sentarse a escribir tonterías, hágase, teniendo cuidado de colocarse a prudente distancia del monitor para no romperlo de un cabezazo cuando se quede frito.
En el caso probable de que la carga de adrenalina que circula por el sistema no le permita dormir a pesar de que lo necesita con toda su alma, no de vueltas en la cama. Las camas son muebles sensibles y si las molestas podrían tomarle manía y no dejarle dormir en ellas nunca más. Mejor déjese caer hasta el suelo, evitando la mesita de noche, repte hasta la cocina, intente prepararse un vaso de leche calentita con miel que, si bien es posible que no le traiga el sueño, al menos lo alimentará.
Como último recurso puede intentar poner la televisión y ver una telenovela detrás de otra hasta que su cerebro no pueda más y decida desconectarse solo, o si tiene en casa "El Hombre Unidimensional" de H. Marcuse ábralo con decisión y empiece a leerlo. Yo jamás he logrado pasar de la página 7 sin caer en brazos de Morfeo. No; Morfeo no es mi novio. Si lo fuera no recomendaría tal cosa ni por asomo.
Y ahora voy a poner en práctica alguno de esos métodos. Mañana os cuento cual me dio mejor resultado.

Cambio de look

Bueno, no es una maravilla pero me ha servido para aprender como se hace. Llevaba ya días intentando poner un fondo más claro para el blog. En nada llegará la primavera y hay que ponerse en línea con la nueva claridad.
Ya casi me había rendido porque he ordenado como 1.800 veces a diversas plantillas del Blogger que cambiaran de sitio con la anterior y ni caso. Y esta mañana el blog ha aparecido con el aspecto que tiene. Sé que los ordenadores son máquinas tontas que solo hacen lo que les pedimos que hagan pero algunas veces tengo mis dudas.
En fin, espero que el fondo se mantenga como está, al menos hasta nueva orden.
¡Horror.. han desaparecido los enlaces..!!!!
Perdonad, amigos. Intentaré poneros de nuevo esta misma tarde.

14 febrero 2005

Pies de barro

Para algunas personas, admitir que no son dioses es un duro ejercicio. Tener que retroceder ante una evidencia que se les muestra contraria a algo que ya daban por hecho supera su capacidad de comprensión. Todo se vuelve buscar factores extraños, intromisiones, culpables o milagros.
Y no. No hay nada de eso. Es mucho más simple. NO podemos hacer que siempre suceda lo que esperamos aún poniendo en ello todos nuestros medios y toda nuestra voluntad.
Pensar que estamos en la posesión de la absoluta justicia, de la única verdad y del poder de otorgar la vida y la muerte es simplemente una estupidez.
Hoy me he alegrado mucho porque algunos de esos dioses han tenido que retractarse ante la fuerza de una anciana inválida y muy enferma que no ha querido darles la razón. Desea seguir aquí y aquí se quedará algún tiempo más.
Probablemente no será mucho pero ya les ha ganado. Por goleada.

13 febrero 2005

Viento del Norte

Leí en alguna parte que antiguamente estaba prohibido en muchos lugares de Sicilia que los jueces dictaran sentencias los días en que soplaba con fuerza la tramontana.
El DRAE recoge, entre otras, estas acepciones para la palabra tramontana:
Viento del norte.
Vanidad, soberbia, altivez o pompa.
frase coloquial - Perder alguien la tramontana=perder los estribos.
Parece desprenderse de estas explicaciones que las personas no estamos en nuestro sano juicio cuando el viento zumba sobre nuestras seseras. No sé si el que hoy estamos soportando aquí viene del norte, del sur o de algún otro punto de la rosa, pero sí sé que llevo todo el día desquiciada y me falta un milímetro para perder los estribos y el caballo.
Por dos veces se ha cortado la electricidad y ha malogrado lo que intentaba escribir así que antes de que vuelva a suceder, os dejo con los preciosos datos acerca de la tramontana. Me marcho para no perder el poco seso que me queda.

11 febrero 2005

In Memoriam

Tenía 97 años, seis hijos y una esposa que le va a seguir los pasos quizá mañana mismo. Murió ayer y yo estaba allí. No formaba parte de mi familia de sangre pero era mi familia, si por familia entendemos las personas a quienes queremos y por quienes nos hemos esforzado para procurarles una mejor vida en sus últimos meses, días u horas.
No puedo escribir acerca de lo que significó para su familia directa, porque eso no me pertenece, pero sí puedo hablar por mí. Le quería porque era un cascarrabias encantador que nunca se aprendió mi nombre. Yo era para él "la chica de la grúa", desde que al principio de nuestra relación conseguí una para poder trasladar a su esposa inválida de la cama a la silla, sin demasiado esfuerzo. Era gracioso escucharle preguntar; "¿Y que opina la chica de la grúa de tal o cual cosa..?". Me encantaba tener su confianza hasta el extremo de no querer prácticamente nada que la tal chica no hubiera aprobado. Me siento triste y contenta al mismo tiempo. Se ha ido sin darse cuenta y ojalá haya sabido, o sepa ahora, que yo estaba allí, con él, para darle mi opinión acerca del nuevo camino que ha emprendido.
Muchas veces me había cantado coplas de su tierra castellana, recitado versos y contado anécdotas de sus tiempos de buzo o de ferroviario. Hoy no tengo canciones para él. No me apetece cantar pero tengo un fragmento de un poema de Ungaretti, que me hubiera gustado recitarle ayer, a las dos y media de la tarde.
Lo dejo escrito aquí. En su memoria.
*
Donde la luz no mueve ya una hoja
pasados a otra orilla inquietudes y sueños,
donde posa la tarde,
ven que te llevaré
a las colinas de oro.

03 febrero 2005

Soltar lastre

De vez en cuando me da un ataque de "lastritis". Es una enfermedad que se va incubando lentamente y de pronto ataca sin piedad. Me empiezan a picar las manos y me sube por los brazos un deseo irrefrenable de ponerlos en disposición de tirar a la basura un millón de cosas. Algunas de esas cosas llevo años odiándolas y las conservo por si acaso se presenta en casa la persona que me las regaló en un día particularmente aciago. Otras, son recientes pero se me ha olvidado para que las compré o si no lo hice yo, como han llegado hasta mi casa; otras han perdido su utilidad y otras están ya aburridas de existir. Y ya no puedo aguantar más y comienzo una búsqueda concienzuda por armarios, cajones, altillos, estanterías, arcones y cualquier otro lugar susceptible de contener algo de lo que pueda deshacerme de inmediato. En menos tiempo de lo que tardo en contar hasta cien ya he logrado llenar unas cuantas bolsas que irán a parar al contenedor en cuanto estén cerradas para no caer en la tentación de volver a guardar algunas. Y cuando, por fin, las he perdido de vista para siempre sé que las echaré de menos aunque ya no tuvieran ninguna utilidad pero me siento mucho más ligera y libre.
Hay lastres más difíciles de soltar. Lastres que nos atan el alma a sentimientos que ya no necesitamos. Enfados que ya hemos olvidado porqué surgieron, rencores que nos impiden sonreír al prójimo, enfrentamientos por causas estúpidas que nos alejaron de algún amigo, daños colaterales de guerras que no eran nuestras o batallas que perdimos justamente y no queremos reconocer. Las personas nos hundimos bajo el peso del orgullo, la soberbia, la vanidad, la prepotencia, el victimismo y mil otras causas que conocemos de sobra aunque no queramos admitirlo.
¿Porqué no empezar, ahora mismo, a soltar lastre emocional? Empezando por lo que más lugar ocupa en el alma.

01 febrero 2005

¿Y yo, porqué escribo..?

Le he parafraseado la cuestión a mi amiga Sherezada para el título de este post porque es una pregunta que me viene bien y que hace tiempo intento aclararme a mí misma. Creo que será ilustrativo si os pongo un pequeño poema que escribí hace mucho al respecto. Malo, pero eso, ilustrativo.
*
Escribo para reírme el año próximo
de lo mismo que hoy me hace llorar.
Porque el aire es pesado
y el día muy oscuro.
Porque es mejor
que hacer la lista de la compra.
Porque soy una imbécil
que no sabe ordenar sus pensamientos.
*
¿Queda claro? No sé porqué escribo. Será que tengo muchas cosas que contarme que aún no sé de mí. O será que no tengo valor para decírmelas en voz alta. O tal vez, si las oyera, así, de pronto, me dolerían demasiado o me causarían ira o miedo o ganas de mandar la mitad de mi vida a paseo. Al escribir es más fácil elidir y eludir. Cuando escribo puedo rodear lo que deseo decir de muchas maneras, sin que eso sea ocultar la verdad interior. Por más páginas que escriba, por muchas vueltas que le de, más pronto o más tarde, lo que haya escrito me dirá la verdad en cuatro palabras pero, tal vez, para entonces, ya esté preparada para saberla.
También he llevado diarios, a rachas. Y algunas muy largas. Rompería ahora mismo más de la mitad de lo que escribí porque me aterra que pueda caer en manos extrañas. Tanto por lo bueno, que también lo hay, como por lo malo.
Hace mucho que no hay anotación ninguna en mis diarios. Mis necesidades de escribir se dan de palos con mis otras necesidades, así que me conformo con escribir pequeños textos para mis hadas y mis leyendas y aquí, para decirle a mi amiga Sherezada y a cualquier otro amigo que pase por la puerta, que sigo sin saber porqué escribo. Y si alguno logra averigüarlo con certeza, que me lo diga, por favor.