23 febrero 2006

Cabra vs. Trenzas

Mi cabra es enemiga declarada de los paraguas. Los odia; dice que le producen claustrofobia y que le impiden ver como llueve. La verdad, en esto último, tiene razón. Si llevas paraguas, por mucho que mires al cielo siempre ves lo mismo; el paraguas.
Por eso, cuando yo tengo que salir y está lloviendo, siempre se las arregla para convencerme de que no llueve tanto como para necesitarlo y suelo acabar empapada.
Eso fue lo que pasó anoche; que me tuve que cruzar media ciudad bajo la lluvia y llegué a casa como si hubiera atravesado a nado el Canal de la Mancha. En ese momento, la hubiera matado pero hoy ya no tengo fuerzas porque me duele todo a causa del enfriamiento. Ahora bien; en cuanto me reponga un poco, la mando al Zoo donde viven las primas que fotografió Sherezada
Espero que Chile esté lo bastante apartado como para que no me lleguen sus malos consejos.
Segundo tema del post: 23/f.
Por si alguien lo ha olvidado, hoy es 23 de febrero. Es el día en que el coronel Tejero pronunció la famosa y culta frase "¡Se sienten, coño!" dirigiéndose a Sus Señorías y al Gobierno en pleno, en el Congreso, mientras algunos acólitos disparaban al aire sus pistolas y se permitían agarrar por las solapas al general Gutierrez Mellado.
Claro que si uno se pone en el lugar de Tejero, entiende que no hubiera tenido el mismo efecto entrar en el Congreso y decirles a Sus Señorías: "Sienténse, por favor. En un momento les serán servidos unos pastelillos y una copa de cava. Para cuando acaben el tentempie ya tendremos Dictadura. Mientras esperan disfruten con los Coros y Danzas de la Sección Femenina"
Y es que si uno quiere ser un buen golpista, debe ser, antes que nada, maleducado. El coronel Tejero pudo aducir en su descargo, aunque no sé si lo hizo, que él era un Guardia Civil de la vieja escuela; de los que, en frase popular, tenían "vista larga, paso corto y mala leche" Lo último quedó suficientemente probado, lo primero no.
En todas las cosas, por terribles que sean, hay una parte positiva. Yo me quedo con el resultado final de aquel suceso y espero que las manzanas clase Tejero, queden fuera de nuestras vidas para siempre jamás. Amén.
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"Anda, jaleo" del disco "Canciones de García Lorca" Voz de Oscar Monzo, pianista Aida Monasterio. 2.11 megas

18 febrero 2006

Una de guerra

Cuando hacen encuestas acerca de lo que la gente ve en la TV, el 80 % asegura que ve los documentales y que no le interesan los programas llamados "basura" por los intelectuales y que otros llamamos "de colorines", como las revistas del corazón.
Se sabe, por los medidores de "prime time" que los últimos son los que en de verdad se ven y los documentales pasan a la mínima audiencia. No me da vergüenza decir que yo sí estoy en esa minoría y que veo todos los documentales que se me ponen a tiro el rato que estoy delante del televisor. Eso y los programas que llevan I: CSI, FBI, CIA, etcétera. Soy pelín morbosa, lo sé.
Bueno, a lo que iba; ayer vi un documental interesantísimo sobre la forma en que se hicieron los mapas para la invasión de Normandía, allá en el lejano 1944.
Ya sabían los aliados que querían entrar en Europa justamente por esa parte de la costa francesa, pero necesitaban mapas tan detallados, que no existían. Una cosa es tener cartografiada una costa y otra muy diferente, saber donde está cada defensa alemana, cada bunker, cañón, nido de ametralladoras, puesto de mando, camino, raíl, casa o bosquecillo y por donde pueden entrar las lanchas de desembarco sin vararse cuando baje la marea y si la arena de las playas será suficientemente sólida para soportar las 36 toneladas de un tanque.
Ayer me enteré de cuantos héroes, anónimos en la historia oficial, dejaron su vida y la de los suyos, recabando esos datos en los dos años que fueron necesarios para tener esos mapas decisivos.
Y cuando ya parecía que nada más se podía hacer para perfeccionar la cartografía, Winston Churchill rizó el rizo y pidió a los ingleses que mandaran al Ministerio de la Guerra, las fotografías familiares que hubieran tomado en sus vacaciones en Francia; aquellas en las que aparecieran paisajes de la costa normanda; playas, rocas, acantilados, cualquier cosa que les pareciera de interés para el fin propuesto.
En tres meses, los ingleses contribuyeron con diez millones (10.000.000) de fotos. No quiero ni pensar el trabajo que daría a los funcionarios del ministerio organizar todo ese material, pero fue de una utilidad capital para señalar importantes puntos en los mapas.
Lo que dicen los libros acerca de los grandes sucesos de la historia, no es nada comparado con el esfuerzo que significó para muchas personas. Y en última instancia, cada logro, guerrero o no, no deberíamos atribuirlo a un solo individuo. Lo cierto es que lo sabemos, pero lo olvidamos fácilmente.
Lo que queda en la sombra no es menos importante que lo que recibe la luz de los focos ¿no os parece?
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"Danza Húngara nº 1" Johannes Brahms. 3.10 megas

13 febrero 2006

Febrero, 14

¿Hay alguien ahí que no sepa qué se celebra en esta fecha?
Espero que no os comáis todos los bombones, ni os pongáis todos los perfumes a la vez. Las flores se las mandáis a la cabra en cuanto se pongan un poco mustias que ella no le pone mala cara a ningun vegetal. Y si vamos a eso, tampoco a los bombones, pero entiende que sería demasiado pedir.
Cualquier motivo es bueno para hacer saber a las personas a quienes amamos que están en nuestro pensamiento. Y San Valentín es un motivo ya consagrado por El Corte Inglés, Harrods y Macy´s, en una vuelta al mundo de urgencia.
No me he entretenido en buscar la historia de San Valentín porque me imagino que todos lo hemos hecho alguna vez y estamos al cabo de la calle.
Los regalos son lo mejor de todas las fiestas y los mejores de entre ellos, son los que no cuestan nada; los que no hay que salir a comprar y envolver con papel dorado y ponerles grandes lazos para que aparenten más y mejor.
La fecha pide un recordatorio, si es que el amor necesita ser más recordado que sentido, pero en eso no voy a entrar. Os dejo un regalo envuelto en mi deseo de que el amor esté con todos vosotros, en cualquiera de sus formas y toda vuestra vida.
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Volverse sombra
(fragmento)
Tengo unos labios. Mira. Yo recuerdo
que antes de conocerte,
es decir cuando Dios
no había separado todavía
la tierra de los mares,
tú andabas por tus labios,
yo por los míos, como si anduviéramos
por dos caminos diferentes.
Despacio yo, como indeciso día
que no renuncia a sol, a nube o viento,
sin saber lo que quiere, hasta que al fin
la noche le decide a la negrura.
Deprisa tú, saltando, tan derecha
como un aliento, que jamás vacila
porque hay que respirar. (Lo que vacila
está en el pecho, sí, pero a otro lado.)
Hasta que un día en que el azul estío
pareció no tener más herederos
tus labios se olvidaron que eran tuyos
exactamente en ese mismo punto
del espacio y el tiempo
en que dejé por siempre de acordarme
de que los míos eran míos.
Desde entonces
no son míos ni tuyos, son ya nuestros.
*
Pedro Salinas
*
"Some enchanted evening" Orquesta Mantovani. 3 megas

09 febrero 2006

La vocación de la cabra

Mi cabra ha vuelto. Dice que no os preocupéis que sólo ha estado en el desierto meditando sobre lo que quiere ser en la vida y que, lamentablemente, no ha podido llegar a una conclusión clara porque le gustan demasiadas cosas.
En eso se parece mucho a mi cuando tenía su edad. Es que no se puede vivir en una familia que te deja leer todo lo que quieres y te llena la cabeza de historias.
Cada dos o tres meses se me despertaba una nueva vocación; quise ser misionera en África, despues de ver "Historia de una monja" y soñaba como hubiera sido que me comieran los leones en el circo después de leer "¿Quo Vadis..?" Hubiera merecido la palma del martirio y hasta podrían haberme canonizado, como a Santa Gemma, que era una santa que me gustaba mucho, aunque ahora ya no recuerdo porqué.
Luego vinieron las novelas de detectives y quería ser la anciana Miss Marple a toda costa, con arrugas incluidas, pero una semana después lo que me atraía era ser una nueva Mata-Hari y pasar informes Top Secret al enemigo. O al que mejor pagara.
Después de lo de Fernando, pensé en hacerme médico de la Cruz Roja, porque si había otra guerra como la que contaba la abuela, seguramente él iría, se quedaría ciego por culpa del gas mostaza o algo parecido y yo le cuidaría y le enseñaría a andar sin darse golpes con los muebles.
Lo de Caballero Templario y Robin Hood, se lo dejé a mis hermanos que estaban más acostumbrados a usar las espadas y los arcos. Además, en el caso de Hood, no me gustaba ir siempre vestida de verde.
Luego pensé en hacerme buscadora de oro en el Yukon, porque las aventuras de Jack London, aunque casi siempre acababan mal, tenían el atractivo de los perros y los lobos y se vivía al natural; sin coches ni ruidos pero sobre todo, en soledad. Por cierto, que los libros de London aún están en mis estanterías y cada vez que los leo lloro tanto como la primera vez que lo hice.
Crecí un poco y me enteré de que había un sitio llamado Australia y que había miles y millones de kilómetros cuadrados en los que no vivía nadie, pero nadie, nadie. Quería irme allí, hasta que alguien me dijo que había lombrices de tierra de más de 30 centímetros de largo. Entonces abandoné el proyecto australiano porque las lombrices me dan mucho asco, las pobres.
Y luego no sé que pasó; creo que crecí más y ya algunas cosas no me estaba permitido ni pensarlas y tampoco tenía tiempo con tanta matemática y tanto latín; dos cosas de las que no recuerdo casi nada. Podía haberme ahorrado el esfuerzo.
Por eso comprendo a mi cabra. Le he dado unas palmaditas en las orejas y le he dicho que puede quedarse meditando en el balcón rumiando las hojas sobrantes del ficus; que no hace falta ir al desierto a pasar calamidades para decidir nada. Al final, solo puedes hacer lo que tienes al alcance. Y será mejor que eso te guste.
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"Air tendre et loure" de F. Couperin. 2.42 megas

05 febrero 2006

Cuentas imposibles

Aquí, en España, hay una frase hecha para cada situación, aunque supongo que eso es común a todos los países. Tenemos frases y refranes que todo el mundo sabe a que se refieren cuando se dicen y que nos ahorran tener que dar una larga explicación para expresar lo mismo.
Muchas de ellas tienen algún hecho histórico en su nacimiento y hay una que me gusta especialmente y os contaré de donde proviene, a falta de noticias de la cabra.
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"Las cuentas del Gran Capitán"
El Gran Capitán se llamaba Gonzalo Fernández de Córdoba (1435-1515) y fue el militar más prestigioso durante el reinado de los Reyes Católicos. Participó en la conquista de Granada y expulsó a los franceses del reino de Nápoles agregándolo a España. Claro que decir esto es apenas decir nada del gran militar que fue.
Leer la biografía de este hombre, es meterse de lleno en una época en que los reinos cambiaban de manos casi de un día para otro. Dadle un vistazo, si os queda tiempo.
Tenía un fuerte carácter y tras la muerte de la reina Isabel, eso le llevó a granjearse la enemistad de Fernando el Católico, que le destituyó de sus cargos y le obligó a regresar a España. Ya aquí y en un intento por acabar con un hombre que hacía sombra al mismo monarca, Fernando le exigió, poniendo en tela de juicio su honradez ante la corte, que le presentara las cuentas de los gastos durante la campaña de Nápoles.
En alguna parte estarán las cuentas que Fernández de Córdoba presentó al rey, pero la versión apócrifa que circuló en su tiempo y que ahora más se recuerda, es ésta:
"Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo.
Ciento cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate.
Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadavéres del enemigo.
Ciento sesenta mil ducados para reponer y arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria.
Finalmente, por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados"
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Ejemplo de lo impropio que resulta pedir cuentas a quien nos ha dado lo mejor de sí mismo. Tengo que recordar al Gran Capitán, si alguna vez se me ocurre poner en tela de juicio a las personas que han hecho posible que mi vida sea lo que es, con todos sus inconvenientes.
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"Capricho español-Canto gitano" de Rimsky-Korsakov. 2.25 megas

01 febrero 2006

Soltar presión

Al hilo del post anterior y de los muchos otros que he leído contestando a la mini encuesta acerca de cosas más o menos raras que hacemos las personas, me gustaría decir que no he visto nada verdaderamente raro; lo que no debe darnos pie a pensar que somos perfectamente normales.
Y yo creo que es bueno que estemos un poco majaretas. Estoy segura de que todos soportamos mucha presión; en el trabajo, en la familia, en la ciudad o en el pueblo.
Vivir con la rapidez que requiere la vida que llevamos, con tanta exigencia y competencia tiene que crearnos tensión y sería mucho más difícil de soportar si no fuéramos capaces de asumir ese punto de locura o extravagancia que nos permite abrir la válvula de escape.
Y también creo que hacemos alguna de esas cosas por rebeldía; por el deseo de no estar metidos en el mismo saco que otras personas que no nos gustan o simplemente para negar el encasillamiento a que intenta someternos el diario existir.
Y otras cosas serán costumbres inculcadas desde la infancia, cosas familiares que no queremos dejar atrás porque nos ligan a nuestras raíces; o cosas que imitamos de personas a quienes hemos amado mucho o que admiramos profundamente. También puede ser al contrario; que hayamos deseado demostrar que somos capaces de hacer algo que otros que nos menospreciaban no han logrado.
Nuestra mente siempre tiene alguna razón para incitarnos a hacer lo que hacemos; y eso aunque no lo sepamos conscientemente.
Cuando ponemos en marcha ese mecanismo de autodefensa, estamos diciendo bajito, pero con firmeza: "éste (o ésta) soy yo y solo yo, y no hay nadie más que haga exactamente lo mismo"
Y nos ayuda muchísimo a mantenernos en paz con nosotros mismos y con el mundo en general, porque también nos permite aceptar la diferencia en las personas con quienes recorremos nuestro camino.
Bien; no sé si a todos, pero a mí sí que me ayuda.