23 diciembre 2004

Olores, sabores, recuerdos...

Si alguna ventaja tiene vivir sola es que nadie te da conversación cuando no la deseas. Y hoy no la deseaba. Llevo toda la tarde en la cocina y las manos trabajan por libre. Ya saben lo que tienen que hacer y apenas si necesitan atención. Cortan, trocean, baten, encienden hornos, apagan hornillos, friegan, secan, moldean y envasan, mientras el pensamiento vuela a las cocinas de las abuelas, de la madre, de las amigas.
A mi abuela materna no le gustaba nada cocinar. Si querías verla enfurruñada sólo había que darle algún trabajillo relacionado con la comida, y aunque le gustaba comer bien era capaz de contentarse con un puñado de almendras y un panecillo antes que encender un fogón.
Al revés, mi abuela paterna cocinaba cordon bleu y eran famosos en la familia sus estofados con chocolate y especies.
Mi madre... esto... bueno, mi madre odia tener que hacerlo, pero cocina. Claro que es posible que gratine unos macarrones con pan rallado en vez de queso o que añada una buena cantidad de azúcar a una paella valenciana, pero ya se sabe que a cocinar así ahora se le llama innovar o nouvelle cuisine. Tampoco es tan horrible, salvo para el que tiene que comerlo.
Y nosotros que somos muy respetuosos con nuestros mayores, nos comemos lo que sea y lo alabamos porque, al fin y al cabo, madre solo hay una y tampoco vamos a darle un disgusto por indigestión más o menos.
A mí sí me gusta cocinar y no sé si es tanto por la comida en sí, como porque me permite volver a pensar en las mujeres de mi familia a las que he visto moverse entre fogones y de las que he aprendido lo que sé y no solo de cocina. Es evidente que muchas cosas las aprendemos solos porque no nos sirve la experiencia ajena, pero las personas con quienes hemos compartido nuestra vida más joven, nos han abierto puertas al pensamiento, han estimulado nuestra curiosidad y nos han enseñado el olor y el sabor de la vida. Una gran cocina llena de condimentos que hay que aprender a conjugar. Como los verbos.

4 comentarios:

Sherezada dijo...

Es muy especial todo lo que has escrito, hay cosas que son universales y creo que el gran don del ser humano es ser capaz de percibir eso. Me recordó al libro "como agua para chocolate", y me recordó mi propio pasado, la gente querida que ya no está y, como dices tan perfectamente en el post anterior, su ausencia se nota hasta en esos detalles que eran insignificantes y que ahora tratamos de rescatar por todos los medios...

Espero que hayas tenido una Navidad maravillosa
Un beso

Sherezada

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