28 enero 2009

¡Detente, bala!



Santa Margarita María Alacoque -1647-1690 - en uno de sus trances religiosos, se vio tan reconfortada por el Corazón de Jesús, que decidió llevar prendida en sus ropas una efigie de la Imagen Sagrada. Tiempo después, parece que la distribución de otras muchas de estas imágenes, durante una epidemia, tuvieron la virtud de detener la enfermedad. Y ahí empezó la devoción por el Sagrado Corazón y la historia del famoso "Detente, bala" que, según creo, en España se empezó a llevar por los soldados requetés durante la Tercera Guerra Carlista.
Las mujeres bordaban para sus hijos, maridos o novios estos pequeños emblemas, que tendrían el poder de detener cualquier bala destinada al cuerpo de sus seres queridos. Este es de la época a que me refiero.
Unos cuantos relatos de soldados que lograron esquivar a la muerte, de esa forma casi milagrosa en que, a veces, suceden las cosas, le dieron tanto prestigio al emblema, que viajó con los militares españoles por todas las guerras que vinieron después en la Península y también en aquellas por las que perdimos nuestras últimas posesiones en ultramar.
La familia de mi padre, que era republicana y nada proclive a la religión, no dudó en darle uno cuando fue reclutado y me contaba que muchos compañeros de armas los llevaban, al igual que los franquistas. En eso, fervientes católicos o no, todos se parecían, aunque los lemas y los colores que se añadieron a los emblemas, variaron según se militara en éste o en aquel bando. Y es que el miedo no reconoce ideologías y cualquier cosa que parezca tener algún poder para salvarnos, es bienvenida y venerada. Encontraréis bastante información en la Red, si os apetece profundizar en el tema.
El caso es que la exclamación "¡Detente, bala...!", ha quedado como una suerte de exorcismo para intentar apartar de nuestra vida aquello que, sabemos, va a causarnos un efecto terrible. Deseamos que esa "bala" dirigida a nuestros sentimientos se detenga o se desvíe; que no nos toque, que no nos haga llorar.
Creo que ahora mismo muchos se apuntarían a una prenda parecida que dijera ¡Detente, crisis...!
O algún otro lema de similar contenido. Y eso aunque fuera sumamente incierta su efectividad.
Lo que sí he observado es que muchos políticos utilizan ese Detente, para desviar las preguntas-bala que los indignados ciudadanos les dirigen. O será que tienen un emblema especial que les deja igual de vivos y embusteros, por muchos proyectiles que den en el blanco.
Ea, que ya me estoy enfadando. Lo dejo aquí.
¡Hasta mañana...!

22 enero 2009

Patrimonio Inmaterial

Además del patrimonio mueble que disfrutamos, tenemos otro, inmueble, que no se puede tocar físicamente. Por ejemplo: mi ordenador es un mueble y lo que pienso, inmueble. Esto ya lo sabéis, claro está, pero la Cabra ha insistido en que lo diga porque dice que está harta de oírme decir eso y quiere compartir su sufrimiento con vosotros. Poco caritativo por su parte, pero es que hoy está de un humor de perros.
¿Y ésto, a que viene?, pensaréis vosotros. Pues viene a que he leído que España ha presentado para este año, varias candidaturas a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, entre las que se encuentran el Silbo Gomero, el Tribunal de las Aguas de Valencia, y el Consejo de Hombres Buenos de Murcia. Y aún hay otra, ésta presentada en conjunto, transnacional, junto a Grecia, Italia y Marruecos. Una curiosa candidatura ya que se trata de elevar a P. Inmaterial, la Dieta Mediterránea. Y aquí he necesitado unas cuantas aclaraciones, de las que he sacado en claro ésto:
Etimológicamente la palabra dieta, procede del griego díaita, que significa estilo de vida, lo que nos lleva, directamente a pensar que la citada dieta es una idealización de algunos patrones dietéticos de los países abocados al Mediterráneo, y que debe referirse a una similitud o conjunto de prácticas , habilidades y objetos asociados a la forma de alimentarse de estos pueblos.
Lo de que sea una idealización me consuela un tanto, porque no acabo de entender que tiene que ver la polenta italiana con los garbanzos españoles, aunque aceptaría una similitud de la mousaka griega con los canalones catalanes o la lasaña de Italia.
Tendremos que pensar un poco más en lo que nos une, culinariamente hablando, como en el aceite de oliva, el vino y el jamón, aunque ya estoy diferenciando porque el jamón y el vino, no deberían entrar en la dieta de los marroquíes. ¿O sí?
Una similitud no debería bastar para proclamar cualquier cosa Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como no nos bastaría un parecido razonable de cualquier edificio con el Taj Mahal para que fuera Patrimonio Material.
Pero bueno; ahí queda la propuesta y quién sabe. A lo mejor funciona.
Os dejo un enlace para lo que no os cuento.

13 enero 2009

Martes y 13

Tal día como hoy, nadie debería, no ya ponerse a escribir un post, sino ni siquiera salir de casa. Y mucho menos casarse o comenzar un crucero. Por suerte, para ninguna de estas dos últimas posibilidades tenemos planes, ni la Cabra ni yo. Todo lo más, navegar en seco por la red y mirar alguna foto antigua de esas que sale gente casándose, todos con cara de "¿qué me está pasando, diosmíodemivida?", imaginándose ya lo que se les viene encima.
Yo, como sólo me he casado una vez, no puedo hablar mucho la verdad. Y la Cabra se calla como una muerta al respecto, así que no sé lo que piensa, pero sospecho que el tema la trae sin cuidado.
Y embarcarme, hombre, eso sí. Nada de cruceros por el momento, pero una vez, en Cadaqués, fui en barca a pescar calamares. Por la noche, con unas luces que casi rozaban el agua y allí que venían los pobrecitos calamares a enredarse en los anzuelos. Me dio mucha pena, aunque también tengo que decir que, una vez cocinados, estaban buenísimos y mi tristeza perdió mucho fuelle. Y también me he subido a esos barcos que dan vueltas por los puertos y media docena de veces a un yate..., no, un medio yate, con cabina, eso sí, y hasta literas y comedor, pero tan chiquitito todo que sólo podías comerte los bocadillos de canto. Pero fue muy divertido y no me mareé en ninguna de todas esas ocasiones. Ni tuve miedo a pesar de que yo nado como el plomo; sólo hacia abajo.
Puede que todo fuera más o menos bien, porque nunca coincidió en la fecha fatídica.
Dicen que este día se considera de mala suerte porque en la Última Cena, eran trece a la mesa y, como sabemos, uno de ellos murió y porque martes, tomó su nombre de Marte, dios de la guerra.
Así que tanto el número como el nombre, concitan pensamientos de muerte, traición, sangre y desgracias múltiples.
Pero ¿qué hay del Viernes 13, día señalado también como fatal y terrorífico? Pues eso viene desde el 13 de octubre de 1307, cuando en una operación secreta y muy bien orquestada, el rey Felipe IV de Francia, apresó a más de 4.000 Caballeros Templarios, por todo el territorio francés, llevando a la muerte a muchísimos de ellos y desmantelando la Orden para siempre. También, como es natural, y preceptivo en estos casos, aprovechó el buen monarca para incautar todos los bienes de los templarios y así llenar sus paupérrimas arcas.
Eso; que los tiempos han cambiado pero los métodos siguen siendo los mismos.
Si sois superticiosos, mejor quedaos bien abrigaditos en casa.

08 enero 2009

Regresa la tranquilidad

Después de cualquier fiesta sonada, llega a las calles una paz insólita. Parece que la gente prefiere quedarse en casa a descansar y disfrutar de sus butacas, sus telenovelas o su labor de punto, según los casos. Este año, quizá se note un poco más por el tremendo frío que nos está haciendo que no invita a salir más que para lo imprescindible. Esta mañana, cuando iba al trabajo, sólo me he tropezado con un par de personas envueltas en sus bufandas hasta las orejas, igual que iba yo, por cierto, y otro par de gatos callejeros en busca de un improbable, y tardío, desayuno.
Ni siquiera el tirón de las rebajas se notaba, porque cuando he ido a la biblioteca, ya sobre las doce, las tiendas estaban vacías a pesar de los tentadores reclamos en los escaparates. A eso también ayudará la crisis, tan intensa como el frío, por lo menos.
Algo que siempre pasa después de las navidades es tropezarse, en cada grupo de contenedores, con los arbolitos desechados una vez han cumplido su función festiva. Siempre pienso en lo que dirían ellos, si fueran capaces de hablar, y nosotros de entenderles, acerca del destino que les reservamos. Y el que sean de vivero, no disminuye la barbaridad. ¿Acaso nos sobran tantos árboles?
Creo que esta es una de esas cosas que hacen que las navidades me resulten poco simpáticas, junto con las comilonas y el insoportable mercantilismo.
Bueno; ya han pasado y ahora lo que sigue es justamente eso; seguir. Trabajar, disfrutar de las aficiones de siempre, dejar en paz al teléfono y que él nos deje en paz a nosotros, volver a recibir las dosis de publicidad normales y cuidarnos el inevitable catarrazo de todos los años por estas fechas. Precisamente eso es lo que estoy haciendo ahora con la Cabra, que lleva estornudando quince días seguidos. Me he gastado toda la paga extra en pañuelos, pastillas para suavizarle la garganta y jarabe para la tos, que no hay quien duerma cerca de ella.
Vosotros tampoco os acerquéis mucho al monitor, por si acaso.
Hasta mañana.