Más o menos, a estas alturas del año hay que empezar a planear las fiestas navideñas. No es una tontería, ni mucho menos. Cuando las familias se van expandiendo y aparecen otras familias con las que hay que contar, la cosa se complica tanto que ríase usted del desembarco en Normandía.
Dónde desembarquemos en Nochebuena, Navidad, Noche Vieja, Año Nuevo y el día de Reyes, requiere una planificación importante. ¿Quienes vendrán y cuántos? ¿Quién recoge a quién? ¿A qué hora? ¿Cuándo les damos los regalos a los niños, en Nochebuena, en Reyes o en las dos ocasiones? ¿ Y qué regalar? ¿Lo que quieren los padres, lo que piden los críos o lo que nos de la gana? ¿Quién come qué? ¿Quién necesita comida especial? ¿Alguien bebe alcohol? ¿Alguien está embarazado/a...? ¿Algún amigo extranjero está sólo? Y este amigo ¿qué religión profesa? ¿Qué costumbres tiene en estas fiestas? ¿Alguna suegra va a quedarse sola? ¿Querrá esa suegra hacernos el favor de compartir nuestra mesa? ¿Querrá aceptar en la suya a alguna consuegra que también pueda quedarse sola en otro momento? ¿A quién escribimos y a quién telefoneamos para felicitarles las Pascuas? ¿Quién está enfadado con quién y cómo organizamos esos enfados?
Ya hace unos días que los teléfonos hablan de estos temas y a partir de la semana que viene, van a echar humo, como cada año.
Y cuando esté todo, más o menos encajado y lleguen los días de la verdad, nos daremos cuenta de que tanto ajetreo apenas ha servido de nada. Aquel para el que se había comprado la comida especial, no puede venir; tenemos los regalos igualitos que nuestra cuñada y habrá que cambiarlos; donde habíamos quedado a la 1 llegamos a las 4 porque alguién olvidó pasar a recogernos o el coche se averió en medio de la nada; los que creíamos enfadados han hecho las paces y los que estaban bien son ahora los que están mal; al final se nos olvidó felicitar al mejor de nuestros amigos y el turrón se quedó en el maletero del coche del que se ha ido a París a pasar las fiestas.
Siempre me asombra que, a pesar de todo, logremos pasar esos días razonablemente felices, alegres y en paz.
Suponiendo que la razón tenga algo que ver con tales cosas.