Estos días he visto mucha tele. Los ordenadores estaban, o desconectados o cubiertos para evitar accidentes y era imposible concentrarse en la lectura. Demasiado tráfico por los pasillos.
Y viendo mucho la tele, te fijas en cosas que si la ves poco, no aprecias. Me he dado cuenta de lo inspiradora que fue la Revolución Francesa para los realizadores de telefilms americanos. Salvo alguna excepción, todas las series están cuidadosamente integradas por igual número de blancos, negros e hispanos. Todas tienen, al menos, una persona mayor de 50-55 años, que si no es el jefe/a, es alguien a quien todos los demás respetan muchísimo, y un jovencito/a, que suple su inexperiencia con una mente superior y al que consuela esa persona mayor cuando la crudeza de la vida le supera y se deprime a modo. Así también, hay una cantidad sensiblemente igual de felizmente casados, desgraciadamente casados, solteros y divorciados, con hijos y sin hijos y madres solteras.
Todos cuentan con igual protagonismo, y donde el lunes el negro apunta con certeza al atracador, el martes es el chico quien descubre al asesino, el miércoles es la chica, el jueves, el maduro y el viernes, un señor/a que pasaba por allí y lo vió todo. Y es que la gente normal también merece su minuto de gloria.
Lo mismo pasa con las personas sobre las que se centra el argumento. Igual ración de asesinos para pobres y ricos y para jóvenes y talluditos. Aquí sí hay una diferencia, ya que son bastante más los malos que las malas, anomalía que, supongo, corregirán antes de las elecciones.
Todos los protagonistas, menos algún alma cándida que se les cuela, tienen una historia turbulenta o, cuando menos, muy infeliz. Un 50% proviene de casas de acogida o reformatorios y el otro 50% de hogares destrozados por las drogas y el alcohol, lo que no les impide ser íntegros hasta la médula y, a la mínima ocasión, se ponen como ejemplo ante el niño/a que ha cometido el error de dejarse atrapar con un misil balístico intercontinental debajo del brazo. Como es natural, la mitad de estas criaturas escucha atento y se reforma y la otra mitad acaba muerto durante el atraco a una licorería. Que digo yo que para que pondrá la gente tantas licorerías si saben que las van a atracar día sí, y día también.
Visto todo lo anterior y comparado con nuestro gobierno, creo que estamos a miles de años luz de alcanzar una cota de Igualdad similar, por más que se empeñen en lo contrario. ¿Para cuando un ministro de color, o una ministra asiática? ¿Habrá que esperar a que los franceses nos ayuden en la próxima guerra de independencia o a que nos regalen una estatua de la Libertad para tener unas teleseries igualitarias?
Pensemos en ello; sin prisa pero sin pausa. O viceversa.
.
"Pata pata" Miriam Makeba
.