Esta madrugada me ha despertado el viento. Bueno, no exactamente. Me ha despertado el movimiento de las ramas y hojas de los árboles al ser movidas por el viento. Ya os he contado unas 1.800 veces, más o menos, que vivo en un segundo (y último) piso y que los árboles de la calle llegan hasta mis balcones y ventanas, cuando no los sobrepasan, como es el caso ahora mismo. Uno de ellos rebasa casi dos metros el balcón de este cuarto desde donde os escribo. Nunca me acuerdo de preguntar a los jardineros municipales de que especie son. Tienen multitud de pequeñas ramas flexibles que ondean como banderitas al menor soplo de aire y si aumenta el movimiento, el roce de unas con otras te hace creer que estás en medio del bosque cuando se prepara una tormenta.
Y aunque las tormentas no son mi debilidad precisamente, los prolegómenos me gustan. Cielos encapotados, rachas de aire fuerte, hojas que se desprenden y vuelan antes de llegar al suelo y ramas que se inclinan como para darte los buenos días en japonés: "Buenos días, buenos días, ¿qué tal has dolmido...? Nosotlas bien , glacias. Nos hemos acoldado mucho de ti y te tlaemos un poco de tiempo levuelto, SIN CALOL, pala que te lecupeles. Disculpa pol habelte despeltado a las 4 de la madlugada". Y yo: "¡Ah, no importa, no importa...! Prefiero despertar pronto que no poder dormir en absoluto. Es un placer encontraros tan contentas y refrescantes. ¡Muchas gracias..!" Y después de unas cuantas reverencias más, nos hemos separado. Tenía que prepararme para ir a trabajar, pero me hubiera gustado quedarme un rato más de conversación con ellas.
Esto me recuerda que ya casi es septiembre; ese mes que pone a la gente melancólica y atacada por el síndrome "se acabaron las vacaciones y llega el momento de apretarse el cinturón", tan conocido entre los que regresan de playitas y cruceros varios. A los que os sintáis así, "sindrómicos" perdidos, os recuerdo que, en cuanto pase octubre, ya os podéis poner a pensar en las vacaciones de Navidad y os animaréis mucho.
Y ahora, con vuestro permiso, voy a trabajar un poco más y a aprovechar el vientecillo. Ahora mismo, se cuela entre las rendijas de las persianas y casi juraría que me está llamando bajito: "Trenzaaasssss, Trenzaaaasssss, Treeeeennnnzasssssss...."