Estos días tengo muchísimo trabajo, como ya estáis hartos de saber. Por ese motivo ando las calles más despistada de lo que acostumbro y sin tiempo para ir leyendo todo lo que se pone al alcance de mis ojos y no me obligue a parar. Normalmente, no necesito comprar el periódico, porque en mis recorridos callejeros hay tantos kioscos que, titular a titular, me voy enterando de lo importante y así, cuando llego a casa, ya sé que ganó el Chelsea, o que otro coche bomba ha estallado en Bagdad.
Pero hoy he visto un panel publicitario que me ha hecho frenar en seco. Ocupaba toda la parte trasera de un autobús y rezaba:
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"¿Tu novi@ te ha puesto los cuernos?
Véngate vendiendo sus posesiones más preciadas"
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Más abajo, la dirección del establecimiento donde puedes vengarte a placer vendiéndoles el modelito de Armani o la Harley Davidson de tu infiel pareja.
El caso es que se me ha quedado el cuerpo rarito y el cerebro echando humo. Si lo que se proponía el anuncio era dar que pensar, conmigo ha funcionado. Llevo toda la mañana dándole vueltas. Y cuando el humo ya amenazaba con pasar a mayores y convertir mi materia gris en una pura llama, he logrado entender el fin que persigue tan prodigiosa publicidad.
Supongamos que me entero de que mi novio me está engañando y, supongamos también, que ese engaño se produce mientras yo tengo al alcance alguna de sus "preciadas posesiones". Como estoy rabiosa por su comportamiento puede urgirme el deseo de meterme con la pobre Harley Davidson y rayarle la pintura, echarle azúcar en el depósito de la gasolina o ácido sulfúrico en el motor, con lo cual me vengaría aunque no obtendría beneficio económico alguno. Estaría vengada pero igual de pobre. Además, esos daños pueden repararse, y mi satisfacción duraría poco. En cambio, si vendo la moto, la cosa es diferente. Mi novio va a tener muchos más problemas para recuperar su preciada posesión y se va a enfadar tantísimo que es posible que me insulte a gritos y que amenace con trocearme y tirar mis pedacitos al mar para que sean pasto de tiburones, lo que me dará ocasión para ponerle una demanda por malos tratos y daño psicológico grave (se entiende que a partir de ese momento, voy a tener miedo hasta de mi sombra) y haber imposibilitado mis futuras relaciones de pareja, con lo que, sencillamente, me habrá destrozado la vida. El daño comparado entre objeto (moto) y persona (yo) infaliblemente inclinará la balanza a mi favor en el juicio subsiguiente. Y según fuera la relación mantenida, hasta tendría derecho a una pensión alimenticia y a quedarme con el pisito.
Al llegar a este punto, ya me han quedado claros los contenidos subliminales del mensaje publicitario.
1-Es mucho mejor tener un novi@ adinerad@.
2-Procura que sus "preciadas posesiones" estén a tu alcance.
3-Tú sólo vende la moto y conserva la sangre fría. No le insultes ni le amenaces. Eso dejáselo a él.
4-En cuanto se ponga histérico, echa leña al fuego para que los vecinos oigan sus palabrotas y amenazas.
5-Llama a la policía o denuncia inmediatamente. Mejor si puedes demostrar que ese granito en la nariz, te ha salido por culpa del susto.
6-La tienda que te ha comprado la Harley, tiene a tu disposición un gabinete jurídico que llevará tu defensa por un módico porcentaje (40%) de lo que te concedan.
(Huelga decir que lo mismo vale para el modelito de Armani, pero me hacía ilusión eso del ácido sulfúrico en el motor)
Y si no permito que "se me vaya la olla" tengo que ponerme a calibrar si será cierto que la venganza es la única solución a los conflictos, o si lo que pasa es que anunciante y publicista son idiotas de nacimiento. Porque si me da por pensar que ese tipo de publicidad es reflejo de lo que la sociedad demanda, voy a tener que suicidarme.