De lunes a viernes, dos horas cada día, estoy con Teresa. En mayo cumplirá 90 años. Mide algo más de 1.30 y pesará unos 38 kilos. Lleva un audífono anticuado, usa gafas solo para coser y a pesar de arrastrar bastante la pierna derecha, camina a una velocidad considerable, por no mencionar que vive en un segundo piso sin ascensor y que hay unos cuarenta escalones que subir, cosa que hace al menos una vez al día. Tiene una carita de duende travieso; arrugada como una pasa, la piel oscura, quemada por una niñez y juventud trabajando en el campo, cuidando cabras y aventando trigo, y unas manos fuertes con las que expresa todo lo que no acaba de poder decir con las palabras.
Una vida tan larga, da para mucho escuchar y yo la escucho y aprendo. Hoy hemos hecho jabón. Solo en el recuerdo, claro. Me ha contado cómo se iba guardando cada gota de aceite sobrante y cada trozo de tocino o grasa que no se pudiera comer. Cuando juzgaban que había suficiente se iba al pueblo a comprar sosa. Se encendía un fuego en el corral o en el campo, se ponía encima un enorme caldero, se fundía la grasa, se añadía la sosa y con un palo largo, se removía la pasta constantemente hasta que estuviera a punto. Entonces, se vertía en unos cajones de madera y se dejaba secar. Después se volcaba y se cortaba en trozos del tamaño adecuado.
Pero Teresa no lo cuenta así. Ella se levanta de la silla y se coloca; toma el imaginario palo y da vueltas y vueltas a la inexistente pasta que hierve en el inexistente caldero.
Incluso se ajusta la ropa al cuerpo para que el fuego no la alcance. Se mete en la faena con una viveza y una precisión que te hacen ver lo que ella veía y hacía. Notas hasta el olor de la pasta jabonosa en el aire del comedor. Y cuando el jabón está hecho, seco, cortado y almacenado, se sienta, se lleva las dos manos a la frente y dice: "¡lo que yo habré trabajado..! ¿Cómo estaré viva yo?" Y apreta los labios y mueve la cabeza arriba y abajo y luego de un lado a otro, como si a la vez aceptara y negara el hecho de estar a punto de cumplir 90 años.
Todos los días vigila desde la ventana mi llegada. Cuando me ve aparecer, corre a abrir la puerta y prácticamente, se me echa encima con alguna noticia espeluznante que ha oído o visto en la tele.
-¡Oye...! ¿Tú sabes eso que ha pasado?
-Pues..., no. ¿Qué ha pasado?
-¡Oh.., oh.., cosa tremenda...! ¡Más de cien muertos...!
-¿Dónde?
-Aquí, en un pueblo cerca. ¡Oye, una cosa tremenda, tremenda...!
Y apreta los labios y mueve la cabeza y se va tan rápido como puede al comedor a poner la tele.
-Ven, ven, que ahora lo dicen . ¡Mira, mira...!
La tele muestra unas imágenes del último atentado en Irak.
-Teresa, tranquila. Esto no ha pasado en España, ni cerca.
-¿Ni en Canarias..?
-No, en Canarias tampoco. No se preocupe que su familia está bien. Esto ha sido muy lejos.
-¡Ahhhhhh....! ¡Pobretes...!
Y una sonrisa le aparece en la boca y los ojos le brillan alegres. Su familia está a salvo. Ya puede asomarse otra vez a la ventana a controlar las obras de la calle o relajarse para los ejercicios que haremos a continuación.
Hoy también me ha dicho que esas obras del Ayuntamiento costarán 25 millones de "ebros" y ante la magnitud de la cantidad me ha preguntado si yo sabía cuánto era eso en billetes de cinco.
Es decir, cuántos billetes de cinco euros entran en 25 millones.
Hubiera necesitado a mi amiga Fractal para cual para que me sacara del apuro, pero como no estaba, he tenido que decirle que no tenía ni idea, pero seguro que más de cien. Ante tamaña cifra, se ha llevado las manos a la frente, se ha mordido los labios y ha vuelto a agitar la cabeza en todas direcciones, al tiempo que exclamaba: "¡Qué barbaridad..! ¡Más de cien billetes de cinco...!"
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The Seasons Op.37a, No.6 'June' de Piotr Ilich Tchaikoski. 3.74 megas. Formato .wma