"Si a un estado carente de dolor se agrega la ausencia de aburrimiento, entonces se ha alcanzado en lo esencial la felicidad terrenal; todo lo demás es quimera"
Arthur Schopenhauer
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Que fácil parece conseguir la felicidad así enunciada. Y lo es. Nuestro problema con la felicidad es que no nos conformamos con lo "que es" y siempre queremos que sea "otra cosa". Algo que no tenemos y probablemente, algo que no necesitamos.
Pero Schopenhauer vivió entre 1788 y 1860 y no sabía nada de la tortura de vivir en esta época. Llevamos la catástrofe en los bolsillos y no podemos deshacernos de ella.
Ni del aburrimiento; una masa pegajosa semejante a un chicle que nos masticara el cerebro.
Conseguir la felicidad ya no es así de sencillo.
¿Se acabaron las entradas para el concierto del grupo "No me pises el codo que me duele el esternón"? Una desgracia de tirarse por los suelos.
¿No funcionan los remontes para subir a la estación de esquí? De llorar a lágrima viva.
¿Se estropea la tele a la hora del derby Villacuarto-Villamitad? Eso no hay cuerpo que lo resista!
Se nos rompe una uña, el móvil se queda sin batería, el ascensor se estropea, se funden las bombillas, gotean los grifos, los vecinos molestan y los camiones de la basura no nos dejan dormir.
La lista de desgracias que nos afligen es inacabable.
¿Exagero, verdad? ¿Seguro..?
No niego que esas situaciones son causa de dolor y aburrimiento para muchas personas y que eso les impida alcanzar la felicidad tal y como la formulaba Schopenhauer.
Lo que me intriga es saber como hemos llegado hasta ahí.
Porqué no somos capaces de tener paciencia con la vida y sus inconvenientes y nos negamos a buscar alternativas para cuando suceden.
Porque haberlas, hailas.